La acera como vector y el andar como vínculo entre movilidad y salud urbana

La calidad medioambiental y la salud son los pilares sobre los que se construyen las leyes de movilidad urbana sostenible y los proyectos de mejora urbana. La controvertida “sostenibilidad” en este caso se define como la búsqueda del equilibrio entre lo que supone el desplazamiento, el consumo energético y la contaminación. En tanto que la movilidad debe organizarse en función de esta premisa, el objetivo a mediano y largo plazo es facilitar el transporte a través de medios no contaminantes y hacer de las ciudades entornos más saludables.

La OMS1 facilita datos sobre la incidencia de la contaminación y la falta de planificación urbana2 como factores determinantes en el aumento de los índices de enfermedades respiratorias, cardiovasculares, obesidad, entre otras, en ciudades densamente pobladas. Ambos factores van de la mano de un urbanismo que desequilibró las relaciones con el medio ambiente modificando formas básicas de producción y organización.

Sin embargo la realidad es que en los centros urbanos aumenta de forma exponencial la población y la gran mayoría de la red de infraestructura viaria existente fue concebida hace décadas en función de un tipo de movilidad exclusivo (a motor) lo cual merma calidad de los espacios destinados al uso peatonal. A partir de esta realidad la iniciativa de algunas ciudades se ha centrado en buscar alternativas en medios de transporte sostenibles adecuando la infraestructura para facilitar su uso e incentivarlo. En este sentido la premisa es caminar, y por su puesto, usar la bicicleta.

Un ejemplo a destacar de transformación urbana es el diseño de un plan activo3 que desarrolló la ciudad de New York en el que la “investigación” se tradujo en “políticas y prácticas” para resolver los problemas de salud que manifestaban los ciudadanos. Los altos índices de sobrepeso y enfermedades asociadas a la nula actividad física fueron el desencadenante para la elaboración de un plan en el que la arquitectura, el urbanismo y el diseño trabajaron para producir un entorno que facilita la movilidad peatonal (andando y en bicicleta) en tanto que estos medios sirven como método para garantizar a los ciudadanos una ciudad en la que la movilidad les procura salud. La movilidad sostenible exige que el medio sea adecuado en forma, contenido y calidad.

Broadway: Greenlight for Midtown, 2009. NYCDOT. Fuente: Flickr
Broadway: Greenlight for Midtown, 2009. NYCDOT. Fuente: Flickr

El andar y la calidad del entorno: de lo estético a la salud urbana.

Parafraseando a Carreri, el andar como práctica estética nos conduce a imaginar la ciudad como un medio finito en donde la acción (el andar) se produce en un contenedor estimulante (entorno urbano) a través de las aceras, el vector del viandante. Desde que se introdujo esta idea con los situacionistas la percepción y la experimentación del espacio urbano a través del eterno errar adquieren un valor considerable en la configuración y diseño del espacio público, pero no sólo como un hecho estético sino como una actitud imperativa en la dinámica de la movilidad urbana sostenible, la que promueve entornos caminables con características materiales que aumentan la calidad del espacio urbano.

Remodelación del Passeig Sant Joan. Lola Domènech.
Remodelación del Passeig Sant Joan. Lola Domènech.

La acera como vector

En psicología un vector es la fuerza que influye en el comportamiento de un individuo. Si se plantea la analogía en el campo del urbanismo la acera es un espacio cuyos elementos constitutivos influyen (como una fuerza) en la configuración de su entorno y en consecuencia en el comportamiento de los viandantes.

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Este artículo fue escrito por Sabrina Gaudino para La Ciudad Viva

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