Arquitectura y fantasía

Walking City. Ron Herron, 1964. Fuente: Phantom Architecture, Philip Wilkinson.

La fantasía es una facultad compleja, superior e intrigante que nos permite crear, imaginar y producir casi cualquier cosa inexistente —en el plano de lo humano— que se complementa con la imaginación, la invención y la creatividad. Esta conjunción de facultades funciona como un sistema de producción en todos los ámbitos de la creación. La arquitectura es una de las formas de creación, producción y materialización que resulta de este sistema, como lo son también tantas otras como la pintura, la música, la literatura o la ingeniería. La fantasía y la arquitectura son formas de idealización que nos permiten cambiar, mejorar o actualizar la realidad.

Fantasía, imaginación, invención y creatividad son distintas pero casi siempre concomitantes. Una buena explicación de las diferencias y concomitancias la encontramos en el libro Fantasía del pintor, diseñador y experimentador Bruno Munari. Según él, la fantasía es una facultad libre en el sentido que ésta no tiene que ser necesariamente realizable o tener una función o finalidad; la invención usa la fantasía pero con una finalidad práctica; la creatividad parte de la fantasía y de la invención pero además comprende aspectos psicológicos, sociales, ambientales, económicos y culturales; y la imaginación es el medio para visualizar y hacer visible lo que la fantasía, la invención y la creatividad elaboran o piensan. Podemos decir que la arquitectura, además de técnica, requiere de la conjunción de estos cuatro elementos. Sin embargo, de imaginar a producir hay un trayecto largo de cuestiones técnicas, funcionales y económicas, por lo que, a veces, en el proceso de producción de un proyecto la fantasía se queda en un punto inicial que resurge de vez en cuando como aliciente.   

Arquitectura fantástica

La fantasía tiene un papel importante en el proceso de producción arquitectónica, que además de las concomitancias ya mencionadas puede caracterizar por completo una obra. En la historia hay memorables ejemplos de arquitectura fantástica, de monumentos a proyectos que supusieron grandes desafíos estructurales o sirvieron para hacer crítica social, rendir tributo o empujar un cambio de paradigma. Algunas propuestas llegaron a construirse, otras quedaron vivas en la memoria de los registros planimétricos.

Elefante Triunfal, Charles-François Ribart de Chamoust. París, 1758. Fuente: Phantom Architecture, Philip Wilkinson.

Los monumentos dejan un margen muy amplio a la fantasía. Una obra anecdótica de mediados del siglo XVIII fue el Elefante Triunfal del arquitecto Charles-François Ribart de Chamoust, quién diseñó un edificio con forma de elefante para honorar al rey Luis XV de Francia. El proyecto fue concebido como un «pabellón para la gloria del rey», de hecho fue denominado inicialmente «Grand kiosque à la gloire du roi» y se construiría en el lugar que hoy ocupa el Arc de Triomphe de París. El simbolismo del poder en la imagen de un elefante quería representar el triunfo de la guerra. El monumento tenía la altura de un edificio de cinco plantas y en su interior se disponían cuatro salas distribuidas en dos plantas. Se accedía a través de un corredor subterráneo que conectaba con una gran escalera central. En la primera planta se encontraban la recepción y un comedor, en la segunda una sala de conciertos y una sala de baile. En el exterior, la trompa del elefante funcionaba como una fuente y la figura del rey remataba sobre la cúpula de la escalera rodeado de los tesoros obtenidos en los botines de guerra. Aunque el proyecto no se construyó, Napoleón quedó fascinado con la idea y pensó construir una réplica renunciando a las salas interiores pero manteniendo sus dimensiones para ornamentar la plaza de la Bastilla; así que encargó al arquitecto arquitecto Jean-Antoine Alavoine el monumento Elefante de la Bastilla. Sin embrago, este tampoco pudo realizarse porque el reinado de Napoleón terminó antes de que se concluyera la obra.

Cenotafio de Newton. Étienne-Louis Boullée, 1784. Fuente: Wikipedia.

Otro monumento mítico en la historia de la arquitectura es el Cenotafio de Newton, diseñado por el arquitecto Étienne-Louis Boullée en 1784. El monumento, que nunca fue construido, respondía a un momento cultural e intelectual de cambios en el que se ponía en discusión todo lo impuesto y lo conocido. La ilustración permitió superar el oscurantismo y en este espacio se buscaba reconstruir un nuevo orden social de derechos y libertades. En este escenario de revolución la arquitectura también toma parte, como suele pasar con las artes que responden a su momento histórico, por lo que muchas obras de este período destilan la esencia del rechazo al rococó. Como monumento dedicado a Isaac Newton, el proyecto de Boullée es una representación del cosmos y al mismo tiempo representa los ideales de la ilustración, la ciencia y la razón. El edificio compuesto por una gran esfera de 150 metros de diámetros reposa sobre un basamento que lo envuelve hasta la mitad y conforma los accesos a través de dos rampas curvas y una serie de terrazas. En el interior, la imagen sugerente invita a imaginar la experiencia de un gran espacio esférico que recuerda el cielo y la voluntad de alcanzarlo. El proyecto era irrealizable para la época, considerando que la tecnología disponible no podía ejecutarlo, sin embargo serviría para inspirar a tantos otros proyectos futuros.

Una cúpula sobre Manhattan. Richard Buckminster Fuller, 1968. Fuente: Phantom Architecture, Philip Wilkinson.

Poco más de doscientos años después de plasmarse la idea en papel del Cenotafio de Newton, el arquitecto Richard Buckminster Fuller pensaba en uno de sus más ilustres proyectos, una cúpula sobre Manhattan. El concepto de cúpula geodésica fue ideado por el ingeniero alemán Walther Bauersfeld a principios de los años veinte, pero Fuller patentó la idea veinte años después en Estados Unidos[1]. El diseño de una gigantesca cúpula de vidrio que podría contener «al menos la octogésima parte de la superficie total de los edificios New York» pretendía ser un elemento de protección que permitiría reducir la pérdida de calor en épocas de invierno, lo cual reduciría el gasto energético. Considerando que en 1968 la tecnología podía permitir a la arquitectura ser más audaz y extravagante, el proyecto no llegó a construirse por objeciones políticas, de propietarios de tierras y detractores a pesar de la prospectiva de gran ahorro de costos y materiales; según Fuller «mientras más grande es la estructura mayor es el ahorro de materiales»[2]. Sin embargo, la experimentación con estructuras geodésicas que llevó a cabo Fuller ha servido para desarrollar, a otras escalas, cerramientos y cubiertas en grandes espacios y edificios industriales.

Inventar significa pensar en algo que no existía. (Munari, 1977)

Disponemos de muchísimos registros de arquitectura fantástica, en la literatura y en la cinematografía de ciencia ficción, en la pintura y en la propia arquitectura. La infografía, los instrumentos digitales y la tecnología facilitan la creación de formas complejas, materiales y estructuras capaces de hacerlos posibles y esto nos abre la posibilidad de crear nuevos espacios. La fantasía es el elemento complementario en estos procesos, la capacidad de crear aquello que no existía nos ha permitido construir nuevas realidades. La arquitectura de la fantasía ha sido madre facilitadora para la crítica, la sátira y gran inspiradora de la evolución tecnológica y constructiva.

*Publicado originalmente en el blog de Arquitasa: https://blog.arquitasa.com/arquitectura-y-fantasia

Sabrina Gaudino | Arquitecta | @gaudi_no

Notas:

  1. Wilkinson, Philip. (2017). Phantom Architecture. Simon & Schuster Ltd.
  2. Ibídem