Un “bestiario” es una obra en la que se ilustran y describen seres de la naturaleza, principalmente animales y plantas. Encontramos su origen en Alejandría en forma de manuscrito conocido con el nombre de Phisiologus, que posteriormente y a partir de la Edad Media se hizo muy popular ya que su forma literaria se asociaba a la parábola, la analogía, la fábula y la alegoría. Lo interesante de este tipo de obra es que se utilizaba como medio de enseñanza en la que a través de imágenes (generalmente de animales) se intentaba dar un mensaje moralizador; de aquí las asociaciones con las alegorías y fábulas, contenido del saber popular. Este recurso se valía de los símbolos tomados a partir de elementos de la naturaleza para ser trasmitidos al colectivo, un modo de conducir a la gente hacia el “conocimiento objetivo”, es decir, el conocimiento sobre el entorno. Hoy siglo XXI, ante el retrato de nuestra contemporaneidad se puede esbozar un bestiario urbano con la misma finalidad didáctica como la de aquellos del pasado y con toda su carga moralizante, a base de encontrar en el paisaje urbano un ingente repertorio digno de ser ilustrado en un manuscrito que bien podría dilatarse tanto como lugares y rincones urbanos hay en el planeta. Sin embargo, ciñéndonos al carácter breve de este tipo de obra, nos serviremos de un vasto repertorio urbano para compilar una concisa muestra de bestias o bestialidades urbanas que en esta oportunidad nos muestran su fachada.

Por definición la fachada es “la parte anterior y generalmente principal de un edificio u obra”1 o “la cara visible de cada uno de los muros exteriores de un edificio”2. Es el límite entre lo interior y lo exterior, esa delgada pero resistente línea entre lo privado y lo público a la vez que expresión tectónica de la obra en donde se materializa el estilo, la técnica y la plástica. Pero la fachada es también expresión de quienes habitan, los cuales le otorgan a la edificación la cualidad de “vivo”. Tal connotación está expresada en todos aquellos elementos que no pertenecen a la construcción de la fachada sino que se van acoplando a causa del propio habitar; toldos, maceteros, tendederos, antenas, máquinas de aire acondicionado, vallas publicitarias, cableado y tuberías… son también integrantes de la composición de una fachada, para bien o para mal. Estos objetos añadidos sobre la obra “original” definen una relación epifita a la vez que la fachada se convierte en una expresión de las carencias o virtudes permisivas de la obra.
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Este artículo fue escrito por Sabrina Gaudino para La Ciudad Viva
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