Las ruinas constituyen una parte del patrimonio edificado y de la memoria; el estado de un objeto en ruinas es la sentencia de una muerte anunciada en la eterna batalla entre el tiempo y la materia. Es quizás ésta apreciación de la destrucción que se transforma en una categoría estética meritoria de ser representada y explorada. La ruinas como vestigio socio-cultural en tanto que símbolo definen parte de la identidad colectiva; una forma de composición cronológica de lo que fuimos existe en el paisaje olvidado, oculto, invisible, que permanece latente en la historia y en sus restos materiales.
Como se hará referencia en adelante, el concepto de terrain vague define estos elementos, espacios, lugares, que han perdido el pulso de lo urbano; descolgados en el medio rural constituyen paisajes invisibles y potentes lugares de experimentación sensorial conceptualizados en el término soundscape como fenómeno estético de aporte para el campo del paisajismo.
La intervención, protección y gestión del paisaje, producto de un interés cada vez más especializado en procurar el desarrollo en este ámbito, requiere de una variedad de visiones que permitan acceder a la comprensión global de nuestro entorno. Si bien los campos que actúan sobre el paisaje ocupan a distintas disciplinas técnicas (arquitectura, urbanismo, geografía e ingeniería), es quizá desde la óptica del arte que se pueda establecer un diálogo hacia la integración. No en vano la concepción del paisaje tuvo su origen en esta actividad mediante sus recursos plásticos, conduciendo su trascendencia a la dimensión cultural.
A través del tiempo, el paisaje se ha convertido en concepto, lo cual ha permitido definir y catalogar el entorno estableciendo algunas diferencias fundamentales; por ejemplo, entre lo natural y lo antropizado. Con la acepción difundida en los distintos campos de estudio antes mencionados, ha sido posible la comprensión y con esto la identificación de los procesos de cambio propios de la obsolescencia tectónica relativo a las ciudades; el territorio es un contenedor de flujos, es espacio mutable y configurable, en donde se organizan los elementos que producen paisaje dentro de una inmanente condición temporal que define su carácter variable.
Es así como en la vorágine de dicha evolución y crecimiento el paisaje muta; desde la colonización de lo rural devenida en metrópolis, en los campos de cultivo abandonados que dejan su huella infértil en el patchwork de la geografía, en las áreas abandonas de la industria minera, en los núcleos de población desocupados… hasta los espacios de conflicto dentro de las propias urbes, se crea la imagen de los paisajes desapercibidosque entran en el contexto de lo intangible, pero con la fuerza contundente del vestigio que ha condicionado su permanencia en el territorio de los contrastes y las tensiones. Se puede decir que es este un aspecto del paisaje en la cultura contemporánea; un escenario en constante tensión entre el paisaje actualizado y desactualizado que en su proceso de renovación deja lugares abandonados, deteriorados, aniquilados o en ruinas, lo que constituye la idea emergente del paisaje invisible.
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Este artículo fue escrito por Sabrina Gaudino para La Ciudad Viva
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