La ocupación del espacio público por los mecanismos del consumo ¿Dónde está la ciudad?

Fremont Street Experience, Las Vegas. Imagen tomada del libro Supermodernismo, de Hans Ibelings.
La visión de la ciudad actual parece configurarse sobre la base de un tándem compuesto por sociedad y economía en la que el comportamiento del mercado, consecuencia de diversos factores, definen y modelan las transformaciones de la urbe contemporánea. Las ciudades contemporáneas están constituidas, y cada vez más, por modelos económicos basados en el consumo, concepto que en su locución adjetiva describe esencialmente una modalidad del tipo «no estrictamente necesario» con lo cual queda en evidencia un sistema que nos lleva, cual borregos flemáticos, a adquirir objetos cuya necesidad se transmuta en la subjetividad de lo realmente indispensable y con ello la mutación de las dinámicas que influyen y constituyen el espacio público.
Las relaciones, inherentes, entre  sociedad y espacio público se han transformado, los espacios de la antigüedad temprana han devenido en lugares de paso, anónimos, ajenos, individuales pero al mismo tiempo de muchos, que conforman una masa de seres desconocidos y aislados que caminan enajenados del contexto, impulsados por estímulos perfectamente codificados para determinado fin; una sociedad de masas, instantánea, descargable y reproducible en casi cualquier lugar del mundo.
Los modelos de producción han focalizado perfectamente este fenómeno encaminando los ritmos adquisitivos a una depravada compulsividad traducida en la necesidad de adquisición de productos y en la fragmentación progresiva “del mercado de masas y la multiplicación y jerarquización de los estilos de vida”1 lo que ha producido una estandarización de determinados sectores que hasta hace casi cuatro décadas se centraba en la producción de artículos masivos como automóviles y electrodomésticos, pero incluso comenzaba a darse la tendencia, masiva, en la producción de la vivienda con su consecuente estandarización, fenómeno que hoy por hoy se ha apoderado también de la producción de las ciudades; todo cuanto a producción y mercados de consumo se refiere es igual a sociedad, pero ¿qué hay de las ciudades tal y como se conocían antiguamente? 
Ágora Griega. Plano y vista de la ubicación de los edificios y la conformación espacial.

 «Antiguamente» se define coloquialmente como vocablo que significa algo que existe desde hace mucho tiempo, como un hecho acontecido en un tiempo muy lejano pero que  en el marco contemporáneo y de las velocidades que corren en estos tiempos puede entenderse en nuestra actualidad como algo que ha sucedido relativamente hace poco y es que con “antiguo” en este caso se hace referencia a ciudades que hasta el siglo XVIII eran fundamentalmente iguales a como las conocemos ahora, por más que nos empeñemos en buscarles diferencias sustanciales, y me explico; la imponente influencia de los sistemas económicos modernos han modelado las ciudades y las sociedades, éstas han funcionado secularmente de la misma forma y bajo los mismos preceptos, siguiendo la pauta de un sistema estructurador y regulador lo cual condicionó sus ritmos en función de lo que se ofrecía; ahora el poder económico antiguamente el religioso con mayor o menor preponderancia y alternancia de ambos al paso del tiempo, pues ambos siempre han estado presentes. Viajando al pasado pretérito, desde los griegos ya existía un ente regulador, la ciudad estaba diseñada para que sus habitantes practicaran el culto a la adoración de los dioses y cumplieran el rito del comercio, binomio ancestral e inherente de lo que nos define como sociedad, consecuencia también de cómo se configuran nuestras ciudades modernas.  

Piazza San Marco. Pinturas de Canaletto hacia 1730. Archivo http://www.wikipaintings.org
Las diferencias con lo contemporáneo radican en la mutación de los fenómenos que intervienen y cómo se producen los resultados que influyen en la configuración de las ciudades, la velocidad en la que se producen alternativa y paralelamente dichos fenómenos que se funden con las nuevas prácticas económicas, las tendencias del mercado, el comportamiento social, son solo algunos y quizá los más abstractos; por ende dicha mutación se nos presenta prosaica, desalmada, anodina, contradictoria, avasallante, pues no asimilamos por completo este resultado, considerando también que es un proceso que tarda en calar en el colectivo. El resultado depende del comportamiento de masas que se basa en la oferta y en la demanda, como ha sido siempre, con lo cual somos directamente responsables de la configuración de nuestro entorno. 
New York City. Archivo personal
La ciudad está en nuestro subconsciente colectivo, se reproduce físicamente en función de aquello que ideamos y se configura en base a nuestras acciones; las diferencias de lo contemporáneo y lo que siempre buscamos comparar con el pasado conocido es causa de expectación continua, porque percibimos el cambio veloz que se nos revela como destellos de un proceso que vivimos prácticamente al día, pues la ciudad también crece, evoluciona, se transforma, como fenómeno antropológico, ésta es consecuencia inherente de lo que somos, de los cambios de fases; la ciudad que hoy percibimos es la ciudad de relevo así como lo son nuestras generaciones.

1.Muñoz, Francesc. Urbanalización