La ciudad como marca, euforia, furor y lágrimas; el caso de Valencia.

Residuo, resto, aquello que resulta de la descomposición o destrucción de algomaterial que queda como inservible después de haber realizado un trabajo u operación. Son algunas definiciones en las que encajan aquellos edificios, obras y reformas urbanas, que al paso de una corta función dada en el tiempo político y económico, pasan a ser objetos del catálogo del abandono, constituyendo una parte del equipaje urbano hipotecado.

Multitud de casos se van apuntando en el mapa del mundo; ciudades culturales, parques temáticos, estadios deportivos, infraestructura viaria, campos de golf, aeropuertos… obras que colonizan una serie de espacios blindados frente a alternativas futuras, por la misma inconsistencia de los ideales y planes que les produjeron, confiscados por la indolencia administrativa, rendidos ante la crisis y cedidos al abandono. Edificaciones y obras de gran envergadura que a propósito de algún magno evento o del extreme makeover del lugar -de la mano de la argucia política en pro del desarrollo- han doblegado a un determinado contexto-ciudad a padecer del esplendor fugaz con garantía de inmediata devaluación, con las consecuencias socio-económicas que esto trae.

En este escenario de competitividad por la imagen, algunas ciudades han sido objeto de verdaderos implantes estéticos, que más que resolver una problemática urbana o social específica se han erigido a favor de una marca o imagen de requerimiento político. En el caso de los eventos deportivos, la construcción de obras e infraestructura de alto coste, que responden a lo que se conoce como marketing urbano, elaboran una imagen de ensoñación que generalmente va en paralelo de un realidad socioeconómica distinta. Si bien muchas de estas obras han colaborado en “posicionar” a la ciudad en el ranking, dándole un valor como destino turístico, cultural o comercial, el aporte de estas actuaciones tienen un impacto relativo, ya que la inyección de dinero moviliza determinados sectores de la rueda económica con una duración de tiempo determinada o estacional. La ciudad se beneficia en infraestructuras, reformas y revitalización urbana, inversión de capital extranjero, aumento del aforo turístico, pero son beneficios puntuales y quedan al margen la solución de muchos problemas sociales y conflictos urbanos adyacentes.

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El «patio trasero» de la ciudad. Zona que corresponde al final del antiguo cauce del río Turia. A la derecha parte del circuito urbano de la F1.

En la ciudad de Valencia destacan, la America´s Cup y la F1. Son estos casos, entre otros también aludidos, en los que parece que se ha utilizado el instrumento del maquillaje urbano, para impactar con ostentosidad y cuya única incidencia ha sido la evidente incapacidad de darle una segunda oportunidad a estos emplazamientos, además de la hipoteca que supone para el ciudadano común la existencia de estos espacios.

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Este artículo fue escrito por Sabrina Gaudino para La Ciudad Viva

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