Apuntes sobre el libro: «La ciudad de los ricos y la ciudad de los pobres» de Bernardo Secchi

Este artículo tiene historia, surge por dos razones: la primera por el interés personal de condensar el contenido de uno de los libros sobre la ciudad que considero «fondo de biblioteca»; y la segunda, motivada por la llamada del grupo Editorial El Caminante, que cada mes organiza un club de lectura conocido como #LeerlaCiudad. Esta actividad promueve la lectura desde distintas miradas sobre la ciudad y en este ejercicio se proponen libros que aborden el tema de lo urbano. El equipo de El Caminante me contactó y les propuse para la sesión de lectura el libro de Secchi. Pensé que sería buena idea hacer un post donde apuntar las ideas generales para ponerlas a disposición y animar a más personas a leerlo; así que me leí y releí el libro, lo subrayé, lo reflexioné y finalmente hice el intento de sacarle el zumo. El artículo lo publiqué en el blog Urban Living Lab, plataforma en la que colaboro como co-editora, pero lo traigo a mi blog porque este espacio es también mi bitácora de recorridos. ¡Importante! En la sesión #LeerlaCiudad compartimos con invitados para comentar el libro propuesto, en esta ocasión tuve la oportunidad (y el gusto) de moderar la sesión con Daniel Sorando, sociólogo e investigador y Marc Chalamanch, arquitecto y también co-editor de Urban Living Lab. Al final del post podrán acceder al enlace de la sesión.


 

Un título sugerente como el del último libro del urbanista Bernardo Secchi «La ciudad de los ricos y la ciudad de los pobres» puede dar una idea general sobre su contenido: desigualdad, discriminación y exclusión social. En gran parte éste es el centro argumental, pero además, en el texto se aborda la cuestión urbana como un manifiesto de la ciudad que debería ser. Cómo debería ser la práctica del urbanismo utilizado como instrumento de sutura, de acercamiento y de equilibrio social… Suena paradójico que el urbanismo sea un medio para conseguir tal objetivo cuando han sido tantos los despropósitos orquestados desde este campo, pero el urbanismo es política y a través de este se juega la responsabilidad más allá del poder.

«(…) El urbanismo tiene importantes y precisas responsabilidades en el empeoramiento de la desigualdad y el proyecto de ciudad debe ser uno de los puntos de partida de cualquier política dirigida a su eliminación u oposición. Las responsabilidades del urbanismo no se sitúan, sin embargo, en el terreno de los valores y de la consiguiente definición de los objetivos que su proyecto se propone conseguir, sino en el terreno de la técnica, de los dispositivos analíticos y proyectuales que se ofrecen para afrontar y resolver una serie muy variada de problemas inherentes al proyecto de la ciudad.» (p.15)

Con una extensa trayectoria de implicación en la práctica y teorización urbanística, Secchi aporta en este libro un argumento compuesto por tres tesis principales: primera, «la nueva cuestión urbana» como «una consecuencia no secundaria de la crisis que atraviesan hoy las distintas economías del planeta»; segunda, «la cuestión urbana vuelve al primer plano cuando la estructura de la economía y la sociedad cambian»; y tercera tesis, «el espacio no es infinitamente maleable ni disponible ante los cambios de la economía, las instituciones y la política». Estas tesis se basan en tres ejes centrales: La desigualdad social, el cambio climático y el derecho a la accesibilidad. Los temas centrales y las tesis son desarrollados en nueve capítulos desde aspectos sociales, económicos y territoriales, pasando por la revisión de las estrategias de exclusión, la tradición del urbanismo en Europa y el análisis de la ciudad de los pobres y de los ricos.

La tesis propuesta como «la nueva cuestión urbana» que plantea Secchi viene a definir el fenómeno de la creciente diferenciación y exclusión social desde los distintos ámbitos de las estructuras sociales (instituciones, industria, tecnología, innovación, cultura, economía). Al mismo tiempo, este proceso se manifiesta en las ciudades a través las políticas sobre la ciudad, el espacio público y el territorio, lo que en definitiva afecta la calidad y cualidad de estos, así como las formas de interacción entre los agentes involucrados. En base a ésta tesis, el autor hace referencia al poder de las tres fuerzas que definen lo urbano en la línea de la dinámica de la desigualdad: el poder financiero, el inmobiliario y el fundo. Al plantear que éstas tres fuerzas además de modificar el territorio inciden en el crecimiento y agudización de las desigualdades sociales, se cuestiona la idea de que el crecimiento y el desarrollo puedan beneficiar de forma expansiva a todas las regiones y a todos los grupos sociales; como lo consiguió el Estado de Bienestar a mediados del siglo XX.

La nueva cuestión urbana supone una reconsideración de cómo se aplican las políticas sobre el territorio y sobre el espacio, la visibilización de los derechos de la ciudadanía y el derecho a la ciudad. En este sentido, Secchi plantea tres situaciones a las que se someterán las ciudades del futuro: las desigualdades sociales y las formas de injusticia espacial que estas generan; las consecuencias del cambio climático; y una nueva concepción de la movilidad. Este escenario esboza una situación de conflicto en distintas áreas, al tiempo que obliga plantearse retos en los procesos de transformación de las ciudades. De hecho, la historia social así lo confirma y Secchi lo apunta como la segunda tesis del libro:

«Cada una de las veces que la estructura de la economía y de la sociedad cambian (…) la cuestión urbana vuelve al primer plano: al inicio de la revolución industrial. (…) De estas crisis la ciudad ha salido, en el pasado, cada vez distinta: en su estructura espacial, en su modo de funcionar, en la relación entre ricos y pobres y en su imagen.» (p.23)

Sin embargo, y como fondo discursivo de la segunda tesis, las crisis también son potentes reveladores de situaciones subyacentes, como bien refiere Secchi: durante los escenarios de crisis salen a la luz nuevos temas, nuevos conflictos y nuevos sujetos que aportan nuevas ideas sobre los problemas. Es también en estos escenarios de crisis donde surgen nuevas formas de hacer política sobre el espacio, donde se elaboran nuevos proyectos y actuaciones en la ciudad; lo que en definitiva supone una forma de reestructuración espacial y un continuo de sinergias entre lo económico, lo político, lo social, el espacio público y el territorio.

Economía, sociedad, territorio, ricos, pobres y estrategias de exclusión social

Lo económico, lo social y el territorio son realidades a través de las cuales es posible identificar aquellos fenómenos que determinan las desigualdades en las ciudades. La desigualdad analizada desde los conceptos de rico y pobre es reconocible a partir de aspectos sociales y de una comparación cuantificable que, generalmente, prefiere indicadores basados en parámetros de «renta disponible y de riqueza per cápita». Sin embargo, como refiere Secchi, en cada clasificación social están implícitos otros parámetros, como: el tipo de ocupación, el nivel de educación, la posición en el mercado de trabajo y en la estructura de poder, las formas de consumo y de adquisición de productos, el lugar de residencia, el tipo de vivienda, etc. La clasificación de rico o pobre, así como la riqueza y la pobreza se definen también por las formas de acumulación del capital en relación a las oportunidades y las formas de acceso al poder, tal y como ocurre con las relaciones familiares y la pertenencia a determinados grupos sociales.

Secchi también hace referencia a la conceptualización de la riqueza de Edward Soja, quien relaciona la influencia del capital espacial con las formas de inserción en los ámbitos cultural, social, profesional y político. Este capital espacial, definido por la residencia en un determinado lugar, permite acceder a los recursos de un territorio construido a partir de las estructuras sociales, económicas, políticas y culturales, lo que define un margen de clasificación entre quienes pueden acceder y quienes no. La contraparte de la riqueza está en la carencia del capital que hace imposible el acceso a determinados lugares para el hábitat, a los recursos del territorio, así como a bienes y servicios, lo que al mismo tiempo establece unas barreras con las relaciones del poder. Es así como los pobres quedan al margen del sistema institucional y de la asistencia social: un capital espacial que excluye a la ciudadanía (pobre) de sus derechos, que etiqueta y estigmatiza «en función del lugar de residencia».

Por otra parte, la identidad y los límites que definen a ricos y pobres tienden a la imprecisión, la ambigüedad y la contradicción. Como argumenta Secchi, «pobreza y riqueza no son categorías especulares: lo que define la riqueza no siempre contribuye a definir por ausencia la pobreza, y, viceversa, lo que define la pobreza es a menudo irrelevante para definir la riqueza». Sin embargo, los límites entre estos grupos son borrosos, a veces indefinidos, por lo que entre cada estrato-clase hay una permeabilidad de acceso o salida, según sea el caso, de pobre a rico o de rico a pobre: «cualquiera puede tener esperanza de entrar y todos deberían saber que el riesgo de ser expulsados es real». El problema está, como se plantea luego, cuando el grupo dominante intenta imponerse, generándose conflictos en la estructura de grupos. Los dispositivos utilizados en esta especie de autodefensa, que marca la imposición del poder, crea barreras y cierra el acceso a quienes intenten traspasar el límite de la clasificación entre grupos; pero además, tiene un implicación en la ciudad, «el terreno donde se desenvuelven estas estrategias y conflictos y donde se escenifica su resultado provisional», como por ejemplo, la retórica de la seguridad.

Los dispositivos de seguridad que refiere Secchi como forma de imposición del poder sobre el territorio, constituyen una de las estrategias sobre las que se ha consolidado la fragmentación de la ciudad a partir del miedo, porque «el miedo desarrolla la intolerancia» y ésta «niega la proximidad, separa y aleja actividades, edificios, espacios públicos, a sus habitantes y usuarios». La nueva cuestión urbana comprende también los nuevos sistemas de intolerancia.

La configuración de una ciudad fragmentada a partir del miedo está definida por las barreras físicas y abstractas que se imponen en la estructura social, en el modelo de urbanización y edificación, en el espacio público, en las políticas sobre el territorio y en las leyes que gobiernan a los ciudadanos. Pero en adición al miedo, como apunta Secchi, también las tradiciones religiosas, científicas y profesionales han colaborado en la construcción de la intolerancia, la exclusión social, la separación espacial y las barreras. En cuanto a lo profesional, desde la arquitectura y el urbanismo se han elaborado muchos de los dispositivos de exclusión y fragmentación materializados en discursos, posturas morales y propuestas que, apoyados por las instituciones y las administraciones, se han constituido en procedimientos legales y normativos, en conceptos jurídicos y en la ejecución de planes urbanísticos y de proyectos de arquitectura.

La ciudad de los ricos y la ciudad de los pobres

Ricos y pobres adquieren su identidad dentro de la estructura social y urbana en relación a los espacios que habitan y en las relaciones que se producen dentro de estas estructuras; de aquí que Secchi clasifique la ciudad en «la de los pobres» y «la de los ricos».

La ciudad de los ricos está representada en dos modelos distintos que se configuran en relación a las tradiciones urbanísticas en conjunto con las dinámicas sociales y del territorio de cada contexto; en este sentido, Secchi establece una diferenciación de las ciudades a partir del urbanismo europeo y el americano. En el urbanismo americano, la ciudad de los ricos se caracteriza en la «gated community» (con sus variables de norte a sur del continente) y en el modelo de vida que supone la periferia americana.

En relación al modelo de vida que establecen las formas de urbanización, Secchi habla de cómo opera la política de distinción sobre las clases sociales y de los grupos emergentes que habitan en las urbanizaciones cerradas. Con esto, alude a cómo las políticas urbanas que construyen un determinado contexto también determinan estilos de vida, formas de renta y de consumo, en definitiva un estatus. Así mismo, este tipo de urbanización define formas de relación con su opuesto —la pobreza— con una permeabilidad relativa, en la que ricos y pobres se relacionan en este contexto sólo a través de una vía, la del empleo; el empleador rico y el empleado pobre. Los pobres sólo acceden a estas urbanizaciones cerradas para trabajar en el servicio y mantenimiento de las casas de los ricos.

Cuando Secchi argumenta que la «gated community» es la negación de la ciudad, alude a la categorización de las relaciones y de las formas de habitar, nuevamente a partir de la exclusión. A su vez, se consolida el concepto de «ciudad difusa», dispersión producto de dinámicas urbanas que determinan una correspondencia: «la dispersión es la forma de ciudad  de la parte de la sociedad más fuertemente individualizada».

La ciudad de los pobres es la ciudad aislada y fragmentada como consecuencia de los residuos de territorio que dejan la localización de las actividades industriales, las dinámicas económicas y laborales, y las políticas urbanas. La dispersión ha tenido un papel definitorio en este proceso de consolidación de zonas periféricas pobres, en el marco de una progresiva individualización social gestada en la primera postguerra.

Sobre la ciudad de los pobres, Secchi hace una comparación sugerente de la distribución de áreas urbanas para la construcción de viviendas durante el siglo XX en las que se pone de manifiesto la relación entre calidad del entorno y clase social. Esta distribución, que no parece ser una disposición arbitraria, deja en evidencia que el reparto de las zonas para habitar se establecía en función del poder adquisitivo. Así, las zonas que tienen una «mala reputación» se urbanizaron para los pobres; Secchi utiliza la expresión «se dejaron a los pobres». Además de la relación que establece el autor entre las zonas degradadas y la pobreza, asocia también la relación entre la migración con la ocupación de la ciudad, poniendo como ejemplo el éxodo hacia ciudades europeas durante los años setenta del siglo XX. Desde el punto de vista social, a la pobreza material se le agrega el calificativo «peligrosidad» según el origen de los colectivos extranjeros. Esto representa otra de las dinámicas sociales que intervienen en la configuración de la cuidad de los pobres, lo cual apoya el argumento del autor cuando apunta que la pobreza corresponde con los territorios residuales y los colectivos excluidos entran en la retórica de la seguridad.

El «sprawl» como búsqueda del bienestar

Otro fenómeno urbano que menciona Secchi es la ciudad de los suburbios conocida como «sprawl». La dispersión como fenómeno urbano empieza a estudiarse a finales de los años setenta del siglo XX en el contexto norteamericano, aún cuando en Europa se tenía una larga y compleja historia de este tipo de crecimiento (Secchi comenta que el primer estudio concienzudo sobre este tema se realiza en 1962 referido únicamente a Boston), sin embargo, no se le da la importancia que le corresponde porque se rechaza esta realidad a partir de «prejuicios» que lo consideran una «consecuencia nociva y carente de consistencia del crecimiento urbano». Secchi argumenta que la dispersique venía relacionado conntonnan) con lo cual es raro que l futurismo de los años 20, y creo que ya se habñe como una «consecuenón se produce como resultado de la búsqueda del «welfare positivo», generalmente desde las clases medias europeas, y esto define a una «sociedad individualizada». En la búsqueda del Estado de Bienestar de mediados del siglo XX y después de la Segunda Guerra Mundial, el fenómeno de dispersión urbana se ha transformado en sus formas conceptuales, ideológicas y sociales.

La dispersión, vista como potenciador de la desigualdad social, ha adquirido características distintas en relación al lugar y a las motivaciones de los actores sociales, tanto productores como demandantes (promotores inmobiliarios, profesionales de sector, bancos y políticos) que han configurado un escenario complejo y de múltiples facetas «no reconocibles en un único modelo». Además, las políticas urbanas reaccionarias frente a las consecuencias de la dispersión han sido distintas según la historia, los contextos sociales y urbanos de cada país. Por otro lado, la fragmentación y la dispersión también se han producido de forma particular en relación los tipos de geografías que caracterizan estos contextos, sean moleculares, zonas de enclaves o lineales. Estos vienen determinados por el papel de las infraestructuras como elementos de separación, por la ubicación de zonas industriales, así como por las propias dinámicas económicas y laborales relacionadas que motivan los primeros y que producen movimientos pendulares y asentamientos residenciales periféricos.

En el intento de reparar los desequilibrios urbanos y sociales que se producen en los suburbios, los ejemplos que comenta Secchi refieren medidas de regeneración; éstas suponen en la mayoría de casos la construcción de equipamientos e infraestructuras, así como la construcción de las condiciones que facilitan una mayor porosidad en las tramas urbanas a favor de impulsar relaciones entre grupos sociales. Los resultados van en relación a las características de cada contexto, pero es interesante apuntar que en estos procesos de recuperación también surgen otros fenómenos como la gentrificación.

Urbanismo, tradición europea, desigualdad

 Sobre los fenómenos urbanos antes mencionados, el autor pone en evidencia la ausencia de una profunda comprensión de los problemas sociales, colectivos, habitacionales y urbanos desde los actores políticos y profesionales, responsables de la producción del espacio en occidente. Argumenta que desde la arquitectura y el urbanismo occidental no ha existido un debate consistente desde principios del siglo XX sobre tres aspectos fundamentales que, por ejemplo, abordaron los soviéticos: la emancipación femenina, la educación infantil y el abandono de ciertos prejuicios relativos al alojamiento que «implicaron una redefinición continua del problema de la vivienda y, en particular, de la dimensión de o colectivo.» (p.63)

Desde «la tradición europea» analiza la práctica del urbanismo occidental a lo largo de las últimas décadas, así como los procesos históricos de construcción de las ciudades, los dispositivos espaciales y jurídicos, las políticas económicas y sociales asociadas a los modelos urbanísticos. Según el autor, el urbanismo se ha caracterizado de forma distinta en Europa que en América del Norte y América Latina. De forma comparativa y desde los aspectos antes mencionados, la práctica urbanística adquiere un carácter de representación en el espacio construido en función de los ideales democráticos de una sociedad. El urbanismo en el continente americano (de norte a sur y con sus respectivas diferencias) y después del período de la «great society» de los años sesenta del siglo XX, siguió por el camino de la «separación, la alienación y la exclusión social en lugar de la inclusión», de forma más evidente y recurrente que en el continente europeo.

Secchi argumenta que el debilitamiento de la tradición urbanística europea se produce con la entrada al continente de contingentes extranjeros, lo que hace la sociedad europea más heterogénea, casi comparable con el escenario americano. Sobre este fenómeno, el autor apunta cómo la práctica urbanística se transforma en sus formas de acción frente a un escenario homogéneo y heterogéneo, lo que deja abierta la reflexión sobre el proceder de la práctica urbanística frente a un escenario cada vez más complejo y lleno de nuevas variantes. Si bien, en un escenario cada vez más heterogéneo, las minorías étnicas de inmigración «están cada vez más representadas», desde algunos sectores de la población europea se manifiesta también un creciente rechazo a las políticas de redistribución. Este hecho pone en evidencia otro fenómeno, que el uso del miedo hacia el inmigrante y la «obsesión maniática por la seguridad» se perfilan como potentes instrumentos que aumentan los sesgos en la búsqueda de la integración.

Como comenta el autor, es difícil establecer las proporciones de desigualdad entre países desde la comparación de los niveles de bienestar, generalmente las diferencias sociales están asociadas a las políticas de los derechos ciudadanos, y a su vez a las políticas urbanas. En la construcción de la sociedad contemporánea se ha desarrollado como constante la oposición entre desiguales a través de «políticas de la distinción», y este fenómeno se ha visto alimentado por los movimientos de población a nivel mundial; lo que conduce a que las ciudades agrupen cada vez más «sujetos irreductiblemente diferentes».

Por otro lado, el proceso de urbanización supone también varios aspectos determinantes en la caracterización de las ciudades, Secchi hace mención del crecimiento como proceso en el que se producen «nuevas formas de ocupación del territorio» determinadas por rupturas políticas, económicas y sociales del pasado; y el poder (biopolítica), que determina la acción de las políticas urbanísticas y territoriales en un amplio sentido, actuando directamente en la construcción social de la ciudad. La ciudad, desde finales del siglo XX, pasa de ser el ideal de integración social y cultural y se convierte en «una potente máquina de suspensión de los derechos de los individuos y de la colectividad»; incluyendo en ésta configuración la retórica de la seguridad y la ideología del mercado.

Cuestión urbana y crisis

En el recorrido del libro encontramos referencias que acompañan el pensamiento de Secchi, al tiempo que definen una red de conexiones teóricas sobre las que analizar los fenómenos urbanos de la ciudad moderna y contemporánea. El autor compone una visón de la ciudad a través de pinceladas de historia, proyectos y teoría urbanística y social; un complejo en el que el crecimiento de las ciudades se solapa en sus períodos, donde cada sección tiene una relación de pertenencia intrínseca con su pasado, como los eslabones de una cadena. En una secuencia, Secchi repasa de forma breve la ciudad desde su caracterización asociada a su proceso histórico en un continuo proceso de añadiduras: «(…) A la ciudad del siglo XIX, la metrópoli de la primera parte del siglo XX añade los suburbios, de la misma forma que la ciudad de finales del siglo XX añade la dispersión de la ‘ciudad difusa’.» (p.84)

El planteamiento de Secchi de una nueva cuestión urbana pone en el discurso del urbanismo y en las formas de hacer ciudad a la responsabilidad como aptitud frente a las nuevas realidades. En el inicio del libro se advierte que el contenido se propone como un manifiesto de la ciudad que debe ser, y a través de las tres tesis planteadas estructura su concepción de la nueva cuestión urbana: la desigualdad social, el cambio climático y el derecho a la accesibilidad. En sus análisis, la desigualdad aparece en el centro de la «multidimensionalidad de la crisis»; la pobreza y la riqueza, la posibilidad o imposibilidad de acceder a servicios, trabajo y recursos. Desde ésta perspectiva se reconocen ideas y dispositivos que están relacionados con las diferencias; como afirma Secchi: «Las desigualdades sociales no son, quizás, el resultado, sino una causa no secundaria de la crisis.»

Crisis y cuestión urbana pueden ser potenciales porque «cada una de las veces que la estructura de la economía y de la sociedad cambian, la cuestión urbana vuelve al primer plano: al inicio de la revolución industrial. […] De estas crisis la ciudad ha salido, en el pasado, cada vez distinta: en su estructura espacial, en su modo de funcionar, en la relación entre ricos y pobres y en su imagen.» (p.23) La crisis suponen que a partir de «nuevos conflictos y nuevos sujetos, nuevos sistemas de alianzas, de compatibilidad e incompatibilidad», se ponga atención a la cuestión urbana. (p.84)

La crisis se plantea entonces como una oportunidad, sobre lo cual Secchi pone como premisa la concepción de las ciudades y las grandes áreas urbanas como recursos renovables y reciclables. Desde esta perspectiva considera que se deben replantear estructuras económicas, productivas, así como las relaciones entre éstas y lo social. Las ciudades deben ser un recurso fundamental para recuperar la economía, donde la producción se reformule desde las necesidades y carencias actuales. El libro ofrece algunos ejemplos de planes, propuestas y acciones ejecutadas en los tiempos de las crisis de entreguerras, siempre en contraste con sus tres tesis como estrategia para esbozar la necesidad de un replanteo de las formas de hacer ciudad, y en ésta tienen que ver también nuevas formas de producción, de empleo, movilidad, de ritmos de vida y de gestión de los recursos.

Los argumentos de Secchi son sustantivos en la retórica de la desigualdad desde el pensamiento urbanista, puesto que gran parte del contenido teórico y argumental sobre las desigualdades lo encontramos en los campos de la sociología, la filosofía o la política. Las reflexiones sobre la realidad urbana contemporánea son planteadas por el autor desde su propia experiencia, la práctica del urbanismo; de aquí que las tesis propuestas germinen como advertencias pragmáticas sobre cómo construir la ciudad con la práctica profesional y las políticas urbanas. La construcción de nuevas alianzas entre profesionales y teóricos de distintos campos en conjunto con la ciudadanía configurarán un nuevo modelo de hacer ciudades menos desiguales a través de sistemas y modelos abiertos, flexibles y democráticos.

Sabrina Gaudino Di Meo